noviembre 27, 2011

CAÑÓN DEL CÓNCAVO, SIERRA NEVADA DEL COCUY

Cañón y lagunas del Cóncavo

Boyacá se precia de tener uno de los pocos ecosistemas de alta montaña de Colombia. A pesar de no tener el tamaño e imponencia de otras cadenas montañosas andinas como las cordilleras Blanca y Huayhuash en Perú, o la cordillera real de Bolivia, La sierra nevada del Cocuy es el santuario de montaña más completo del país gracias a la diversidad de picos y la posibilidad de actividades: senderismo, escalada en roca, en hielo o simplemente contemplación. Sus cumbres son murallas hacia los llanos orientales, y se levantan como el punto más alto de la cordillera oriental. 


Pico San Pablín sur y Laguna del Águila

La actividad turística ha traido un nuevo dinamismo para la región, pero con el turismo han llegado también nuevos males para la alta montaña, como se evidencia en sectores como el Ritakuwa Blanco, donde cada vez se amplían los caminos del páramo por cuenta del amplio número de visitantes (muchos de los cuales suben a caballo). La otra cara de la moneda se puede ver en otras zonas, como el cañón del río Cóncavo, a donde raramente ingresan visitantes diferentes a escaladores y montañistas.

Pico Cóncavo en el ascenso hacia el San Pablín Sur

El cañón es la cuenca natural donde discurre uno de los principales ríos de la región, pero también es uno de los sectores que tiene una mayor relevancia para la memoria y la identidad de los municipios de la sierra e incluso para la población indígena que habita el norte de Boyacá. La antesala del cañón es anunciada por la imagen de la virgen en el punto conocido como "la Cueva de la Cuchumba". Según la tradición en este lugar un anciano de barba blanca (que podría asimilarse a deidades como Bochica), le entregó a los indígenas U'was un lienzo con la imagen de la virgen, años antes de la llegada de los primeros evangelizadores españoles. Aún hoy la Virgen, conocida como la Morenita, es patrona de la sierra y sus pueblos y cada 6 de enero la cueva es escenario de una peregrinación masiva donde acuden habitantes de Güicán, El Cocuy y Chita.


Pico Ritakuwa Blanco desde la cumbre del San Pablín Sur

Erwin Kraus, pionero dlemontañismo en Colombia, junto a sus compañeros Fred y Dorly Marmillod, emprendió el último día de 1943 el ascenso al pico el Castillo, emblemática montaña considerada por muchos la más bonita del país. El ascenso supuso una especie de competencia entre los Marmillod, y la pareja de suizos Augusto Gansser y Georges Cuenet. Estos, en lugar de tomar la ruta de Kraus por el sur de la sierra, decidieron remontar el cañón y descolgarse por las empinadas paredes orientales del pico San Pablín Sur, en un paso conocido popularmente como "el paso millonario". A pesar de ser esta una ruta más directa, (y muchísimo más arriesgada y peligrosa), fue la cordada de Kraus la primera en llegar a su cumbre. Por su parte la cumbre del Pico San Pablín Sur es casi el punto medio de la sierra. Desde la cima se puede apreciar tanto el valle interno de la serranía y los picos del norte como los Ritakuwas y los picos sin nombre, así como los del sur, el Pan de Azúcar y Cóncavo, y el mismo Castillo ubicado al oriente justo en su frente y separado por el profundo valle. 


Pico el Castillo visto desde el pico U'wa

El turismo aún no ha abordado el Cañón del río Cóncavo, como lo ha hecho en otras zonas como la vecina Laguna Grande de la Sierra. Quienes se aventuran en medio de las altas paredes del cañón generalmente son escaladores o montañistas, lo cual ha contribuido a que el impacto generado por el tránsito de animales de carga sea mucho menor. Para acceder al Cañón la ruta parte de la Hacienda la Esperanza, típica hacienda campesina que además cuenta con infraestructura de alojamiento y alimentación. En el comienzo del valle de los Frailejones, se abandona el camino hacia la Laguna Grande, para seguir el curso del Río Cóncavo hacia el oriente, atravesando el páramo y luego cruzando las grandes morrenas que conducen hacia la Laguna del Águila, custodiada por el pequeño pico U'wa (conocido también como Banco Ancho), la pared norte del píco Cóncavo, y la cara sur del San Pablín Sur.


Hacienda la Esperanza

Textos: Fundación Senderos y Memoria
Fotos: Santiago R. Leuro

julio 08, 2011

IGLESIA DE SAN ANTONIO DE PADUA, BOGOTÁ

Iglesia de San Antonio de Padua, 
ubicada en la Avenida Caracas con Calle 8 sur

El panorama de la ciudad de Bogotá entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, no era muy diferente al de un poblado de tamaño mediano, recostado contra los cerros y limitado a lo que es en la actualidad el centro. En el norte en este periodo se consolidó un barrio de familias acomodadas en el camino hacia Tunja: Chapinero. En cambio hacia el sur, más allá de las Cruces, hacia el entonces municipio de Usme, a excepción de sectores como el barrio San Francisco Javier, predominaba un ambiente rural fortalecido por los migrantes que llegaron de los llanos orientales, Huila, Tolima y otros municipios de Cundinamarca. En muchos sectores del sur se concentraron familias que vivían en condiciones de pobreza, agravadas entre otras por el hecho de tener más de 2 o 3 hijos.



En la última década del siglo XIX, por iniciativa de Monseñor Manuel María Camargo, por medio de la asociación de la Santa Infancia, y con la colaboración de diversas comunidades religiosas, se gesta la creación de un asilo de niños en el sur de la ciudad que acogiera a buena parte de la población de menores que vivían en el área. Su construcción, en predios cercanos al entonces parque Luna Park, comenzó en 1903; por su parte la iglesia data de 1907 y fue el arquitecto bogotano Julián Lombana (conocido también por el diseño de la iglesia de Nuestra Señora de Lourdes y la portada del Cementerio Central) estuvo al frente de las obras del conjunto en general.



El templo y asilo de San Antonio de Padua, es uno de los principales conjuntos de arquitectura religiosa del sur de la ciudad. Se destaca su construcción en ladrillo y piedra, así como la fachada del templo que recoge una amplia variedad de elementos ornamentales en los que se destacan los capitales dóricos y la espadaña con la imagen de San Antonio. Dentro de la iglesia sobresalen los frescos del maestro Ricardo Acevedo Bernal y los vitrales europeos que representan la vida del patrono del Templo, y los capitales de orden jónico que rematan las columnas que separan las tres naves y sobrepasan sus dos niveles.

Frescos del Maestro Acevedo Bernal. Nótese el agujero en la boveda 
que afecta la pintura mural. Este no es el único caso en el templo

Lastimosamente, aunque en menor medida que la iglesia del Voto Nacional, su conservación se ha visto comprometida. Ya son evidentes los daños que ha sufrido la bóveda y que han afectado los frescos del techo. De acuerdo a la reseña de la Arquidiócesis de Bogotá, esta situación posiblemente se relacione con el pesado tráfico de la avenida Caracas y sus continuas ampliaciones. Sumado esto a la desaparición de algunas estructuras del conjunto tras el cambio de uso del asilo a colegio.

Textos: Fundación Senderos y Memoria
Fotos: Santiago R. Leuro

julio 06, 2011

JOE ARROYO: PATRIMONIO MUSICAL DE COLOMBIA



La música del Caribe colombiano es reconocida en todo el mundo por su alegría, tono y color. Inevitablemente una gran parte de la producción musical de las costas de Colombia, se relaciona con la celebración de carnavales, festivales o inclusive ritos funerarios como el Lumbalú de San Basilio de Palenque. Palenque precisamente es uno de los epicentros de la música del Caribe donde se hace más notoria la influencia de ritmos africanos; sus bailes y cantos son la muestra de una gran reverencia al ancestro de sus pobladores, manifiesta entre otras en agrupaciones como Son Palenque, Batata y las Alegres Ambulancias y el Sexteto Tabalá, y otras agrupaciones del Caribe como Wganda Kenya y Abelardo Carbonó y su conjunto. 

Esa riqueza musical de la costa sin embargo no se limita solamente a la herencia africana, y posiblemente el personaje que represente mejor la diversidad de los aíres musicales del Caribe colombiano sea Álvaro José "Joe" Arroyo. Aunque nacido en Cartagena, Joe es la costa en sí mismo; su voz recorrió tabernas, plazas y casetas en Sincelejo, Cartagena y Barranquilla antes de hacerse famoso con la agrupación Fruko y sus Tesos, y en adelante en una historia ya conocida por muchos colombianos que recitan de memoria sus canciones.



En la obra musical de Joe Arroyo se condensan tan variadas influencias como en ningún otro artista colombiano. Desde el citado legado africano representado en ritmos cercanos al Soukous congolés y en canciones como Si so gole o Yamulemao (original del cantante Laba Sosseh), hasta ritmos antillanos como la Soca y el Calypso (Musa original, Teresa vuelve, Centurión de la noche), pasando por la salsa (Tumbatecho, En horabuena, Con gusto y gana) y por supuesto los aíres propios del Caribe colombiano como la Cumbia, el Porro, el Chandé, el Fandango y el Bullerengue (De clavel, La tortuga, a Fulana).  

Una de las principales cualidades de la historia musical, es la reivindicación de la lucha de los negros, no sólo en cuanto a la libertad de los esclavos (relatada en la famosa canción Rebelión), sino también en la conservación de sus tradiciones como pueblo desde sus danzas y celebraciones, de los cuales el mismo Joe ha sido protagonista (especialmente el Carnaval de Barranquilla) hasta los elementos propios de la cotidianidad y ambiente costeños. Sin duda Joe Arroyo ha sido no sólo uno de los cantantes más versátiles de un país que a menudo encasilla su patrimonio musical en el vallenato, sino además parte de la identidad musical de los colombianos que cantaron y bailaron sus canciones en su juventud o que han crecido con su obra como fondo musical. 

Textos: Fundación Senderos y Memoria
Fotos: Santiago R. Leuro

abril 25, 2011

EMERGENCIA INVERNAL EN COLOMBIA: PATRIMONIO EN RIESGO

Crecida del Río Magdalena en Honda

Durante esta semana santa la noticia que colmó los medios fue el gran desastre invernal que aún azota a la mayor parte del territorio nacional: carreteras cerradas por derrumbes, hundimientos, pueblos y cultivos inundados, ríos desbordados y ante todo destrucción, miseria y una grave emergencia social y sanitaria que parece repetirse con más fuerza que en el mes de noviembre de 2010. Apenas hace cinco meses. Al parecer, las alarmas callaron y como muchas emergencias esta quedó en un temporal olvido. Lo más triste aún es que para muchas regiones es una constante ante cada temporada invernal.

El panorama en los municipios por donde transita el histórico camino Nacional de Honda, vía de comunicación entre Bogotá y el Magdalena desde la Colonia, no es para nada ajeno a la emergencia. Guaduas, en Cundinamarca, sufre continuos cortes de energía y agua por las fuertes lluvias. Además el municipio está practicamente incomunicado pues las carreteras hacia Villeta (y por extensión, Bogotá), y hacia Honda (desde donde parten vías hacia la costa Atlántica, Manizales, Ibagué y Medellín) están cerradas, lo que comienza a repercutir en un abastecimiento de combustible, alimentos y otros productos.


El derrumbe en la Vereda Sargento que cubrió parte del camino real de Honda, arrasó con árboles y cultivos

El municipio de Honda, Tolima, es uno de los más afectados por la emergencia. La ribera del Río Magdalena se ha desbordado, anegando barrios enteros y afectando a una población que subsiste en gran parte por la pesca. De muchas casas ribereñas quedan apenas las paredes e importantes edificaciones como la plaza de mercado (Monumento nacional) viven en riesgo permanente. Durante la pasada y reciente emergencia invernal, una creciente del Río Gualí arrasó parte de la casa de Cultura Alfonso Palacio Rudas, antiguamente sitio del convento Jesuita de Honda, llevándose consigo no solamente una valiosa construcción, sino gran parte de documentos históricos que a pesar de su valor no estaban archivados en buenas condiciones.

 Casa de la cultura Alfonso Palacio Rudas. Foto del año 2008

El segmento de la foto anterior, cedió por la crecida del Río Gualí. Foto del año 2011

El camino Real por su parte sufre por la escorrentía derivada del invierno. Entre Albán y Villeta no se presentan grandes dificultades salvo tramos convertidos en barrizales, pero no ocurre lo mismo en otros sectores. Entre Villeta y Guaduas, un tramo de bosque aledaño al camino en el Alto del Trigo ha sido devastado al parecer para ampliar un carretero, lo que hace sumamente peligroso el tránsito, sumado a un gran derrumbe a la orilla de la Quebrada Honda. Desde el Alto se ven las filas casi interminables de carros y vehículos de carga esperando en la carretera obstruida. En el descenso hacia Guaduas el camino es una auténtica quebrada en la que ni siquiera se ve el empedrado por los grandes volúmenes de agua.


Pero para el camino la situación más grave se presenta entre Guaduas y Honda, en la vereda Sargento, donde el terreno ha cedido generando amplias grietas que hacen casi imposible el transito de vehículos en las vías de acceso a las veredas Sargento y Chapaima, y un enorme derrumbe ha arrasado unos 200 metros del trayecto. La historia parece afirmar que las autoridades nacionales poco le apuntan a la protección del patrimonio frente a los embates de la naturaleza y se permite que la situación se repita una y otra vez, como ocurrió con el muelle de Puerto Colombia. Así como el invierno afecta directamente a las comunidades de los municipios citados, la destrucción de su patrimonio pone en peligro una parte de su identidad y favorece que elementos históricos como el camino, sean sepultados también en el olvido de los colombianos.

Texto: Fundación Senderos y Memoria
Fotos: Santiago Rincón Leuro

marzo 18, 2011

CAMINO REAL LA MESA - SAN JAVIER "CAMINO DEL RESBALÓN"

Capilla de Santa Bárbara, La Mesa

Los puertos no son unicamente aquellos lugares a orillas de ríos y mares, distinguidos por su actividad comercial y por ser puntos de entrada y salida a países o regiones. También lo son poblados alejados de las arterías fluviales con una intensa actividad comercial generada por el tránsito de las vías terrestres. En este sentido, La Mesa, fue uno de los principales puertos de montaña de la colonia en el territorio de la actual Cundinamarca.

Comienzo del "camino del resbalón" en el casco urbano de La Mesa

Allí convergían diferentes caminos que se distribuían a lo largo de poblados vecinos en diferentes regiones como la sabana de Bogotá, el valle del Magdalena o el Tequendama. Hoy se conservan algunos empedrados, como el camino hacia Mesitas y el camino hacia San Javier.




San Javier es un pequeño corregimiento muy cercano a la Mesa. Por allí discurre el antiguo camino que comunicaba al municipio con Cachipay y el borde occidental de la sabana de Bogotá. Sin embargo, la importancia del poblado fue mayor a comienzos del siglo XX con la construcción del ferrocarril de Girardot. San Javier, y otros pequeños poblados como La Esperanza, El Ocaso y San Joaquín, constituyeron notables estaciones del ferrocarril en su camino hacia el Magdalena. La actividad del ferrocarril trajo consigo además un intenso tráfico de viajeros que generó la construcción de casas de recreo y hoteles lujosos, que hoy son un testigo mudo del esplendor del pasado. En su casco urbano perduran la estación del tren y una tornamesa, mecanismo manual que permitía cambiar el sentido de las locomotoras.


Tornamesa del ferrocarril en San Javier

El camino empedrado es una obra magnífica, casi totalmente empedrada desde La Mesa, solamente interrumpido por varios cruces de la vía pavimentada. Al salir del pueblo, a una cuadra de la Capilla de Santa Bárbara, se anuncia en una placa como "el Resbalón". Allí su estructura constructiva de amplías dimensiones, se orienta en tres ejes de piedra, condición que perdura hasta el primer cruce con la vía pavimentada. En adelante, aunque el empedrado es más irregular, la ruta sigue descendiendo entre bosques que dan generosa sombra a quien lo recorre.



Este corto pero valioso tramo, es uno de los segmentos mejor conservados de la región, y su recorrido se hace más atractivo con los vistosos jardines de las fincas a su vera, las antiguas haciendas como la Hacienda San Javier, y los relictos de bosques que aún resguardan especies estudiadas por la Real Expedición Botánica, importante empresa científica de la cual se desarrolló una parte en la zona.


Hacienda San Javier

Textos: Fundación Senderos y Memoria
Fotos: Santiago R. Leuro - Fundación Senderos y Memoria

febrero 07, 2011

DON HUMBERTO CAÑÓN, NEVADO DEL TOLIMA. Q.E.P.D.

Imagen tomada del Blog "Montaña en Colombia"

El domingo 6 de enero de 2011, fue asesinado Don Humberto Cañón, una de las personas más reconocidas en el contexto del montañismo colombiano. Su morada era la misma entraña de la montaña; a 4.000 metros de altura en el nevado del Tolima, construyó una modesta y acogedora vivienda, un huerto y un efectivo sistema de pozos termales aprovechando las fuentes azufradas del volcán, e incluso fragmentos de una avioneta accidentada en el parque de los nevados.


Foto: Carolina Cruz Vallejo

Pero además de su obra en medio del páramo, fue un inmejorable anfitrión, recibiendo siempre en su casa a quienes por allí pasaban, montañeros o no montañeros, ofreciendo siempre una taza de aguadepanela, comida, pero sobre todo sus historias y profundo conocimiento sobre la montaña. El paisaje de su hogar era el nevado y sus glaciares, justo en medio del páramo y bajo la sombra de las águilas y los cóndores que habitan los peñascos rocosos de la montaña. Con él se pierde una enorme fuente de sabiduría, una humilde persona que con su hospitalidad, esa que caracteriza a los campesinos de la montaña, brindaba las noches más cálidas en medio del frío del páramo.

Replicamos una nota del blog "Montaña en Colombia" y nos sumamos a las manifestaciones de aprecio hacia Don Humberto, así como a los reclamos para que el crimen no quede impune.


Textos: Fundación Senderos y Memoria

enero 31, 2011

NOEL PETRO "EL BURRO MOCHO"


"Si no estás Bogotanizado, tienes que bogotanizarte, tienes que sentir por dentro las costumbres de Bogotá... tienes que tomar la chicha, tienes que tomar la changua, tienes que comer cuchuco, darle a la papa chorreada, tienes que comer piquete y demostrar que no eres un hijo de míchica..." 

La música es una de las principales manifestaciones de la identidad de los pueblos. En Colombia el panorama musical abarca una amplia variedad de ritmos a lo largo de todas las regiones del país. La música tropical y el vallenato, sin embargo parecen ser una de las muestras más notables en la representatividad musical de Colombia ante el mundo, incluso su influencia y popularidad se desborda del marco de los pueblos del Caribe, hacia las ciudades y departamentos del interior. En toda fiesta familiar o celebración que implique baile, incluso en las frías ciudades del altiplano, la música popular tropical es una condición infaltable. Parece que una parte de esos ritmos, que bailaron en su primer momento nuestros abuelos o nuestros padres, permanece en nuestra memoria colectiva y un vasto número de canciones son interpretadas de manera automática inclusive por generaciones jóvenes que han tenido poco acceso a estos ritmos musicales.


"Por la reina de las cruces casi que me tiro al salto, pero ella ya no merece que yo me tire tan alto. La reina nadie conoce y todo se le ha oldivao, porque ahora se llama Claudia y el norte la ha tarstornao"

Nacido en Cereté, Córdoba, Noel Petro es uno de los artistas más vigentes a lo largo del tiempo, y parte de esa vigencia la ha dado su carácter poco paradigmático. Fue un innovador al romper el formato de las grandes orquestas, o los conjuntos tradicionales, añadiendo un elemento más cercano a la música Rock, y es la incorporación de un instrumento que sobresale por encima de los instrumentos tradicionales del resto del grupo: el requinto eléctrico. Una especie de guitarra eléctrica con un sonido más agudo, en la que interpreta complejos solos y secciones compuestas originalmente para conjuntos de vientos.


"Por arriba corre el agua, por abajo piedrecitas, desde lejos se conoce la mujer que es señorita. Puya el burro, puya el burro pa' que pueda caminar"

El Burro Mocho, como él mismo se hace llamar, cambió los cánones de la música tropical en Colombia. Su presencia en el escenario alude a elementos de la cotidianidad no sólo de la costa, sino incluso del interior, con canciones como "La Cucharita" original de Jorge Velosa, "Me voy pa'l salto" o Bogotanizado, donde evoca elementos propios de la identidad bogotana. El humor de doble sentido es una constante en sus presentaciones y muchas de sus canciones. Noel Petro aún perdura en la memoria musical de Colombia, tanto por su música, típica pero innovadora, así como por su vida pública y las historias en torno a su vida, como la supuesta relación y consecuente traición con la también cantante Claudia de Colombia, a quien le dedica canciones como "La reina de las cruces"; y tanto como su requinto es parte de su identidad, lo es también un sello infaltable que ha sido evocado jocosamente por muchas personas en algún momento de sus vidas: la frase "¡mamá, estoy triunfando!". El Burro Mocho, patrimonio musical de Colombia, parte de nuestra memoria, desde la Costa Caribe hasta el interior.

Texto: Fundación Senderos y Memoria
Fotos: Santiago Rincón Leuro

CIUDAD PERDIDA DE FALAN - MINAS DE SANTA ANA


En la cordillera central de Colombia se localizan zonas en las que las posibilidades de la minería son bastante altas; no necesariamente en un sentido positivo. La megaminería ha puesto sus ojos en algunas sectores en los que su labor tendría un altísimo costo ambiental, relacionado con la deforestación de extensas zonas de bosque andino, la disminución o deterioro de numerosos cauces, y por consiguiente un alto costo social de subempleo, desplazamiento y pobreza. Esto sucede por ejemplo en Cajamarca, Tolima, donde la Anglogold Ashanti pretende explotar una vasta zona, relativamente cercana al Parque de los nevados y su zona de influencia.


Iglesia de Santa Ana, Falan

La minería en el Tolima, sin embargo no es una actividad nueva. Aunque las culturas Tolima y Quimbaya explotaban minas de oro para la confección de piezas de orfebrería para múltiples usos, durante la colonia, los españoles encontraron una zona de explotación de oro en el piedemonte de la cordillera central, cerca a los importantes poblados de Mariquita y Honda. En su lugar, conocido como Rosario de Lajas y luego Santa Ana, se construyó una compleja infraestructura de túneles, socavones, canales, y muros. Dicen los habitantes de la zona, que los túneles se comunicaban con la casa de la moneda, en Mariquita, donde en la actualidad es posible ver la entrada de uno de ellos; otros posiblemente se dirigían al puerto de Honda. En cercanías al yacimiento, ubicado a la ribera de la quebrada Morales, se erigió un poblado llamado Santa Ana.



Luego de la expulsión de los españoles, fueron los ingleses quienes continuaron la labor minera, y a finales del siglo XIX, las minas fueron abandonadas. Por su parte, Santa Ana, a comienzos del siglo XX cambió su nombre por el de Falan, en honor a uno de sus hijos eméritos, el poeta Diego Fallón. Y las minas fueron consumidas por la vegetación. "Comidas por el monte" como dirían los campesinos de la región, dando en las construcciones el aspecto de antiguas ciudades perdidas. Llegar a la Ciudad perdida de Falan es muy sencillo, a pesar de que su nombre sugiere lo contrario. Distante apenas 20 kilómetros de Mariquita, en el parque de Falan es fácil contactar algún guía, que además de orientar al visitante en el recorrido, puede dar cuenta de las historias y leyendas relacionadas con el lugar.

En la quebrada Morales, aún algunos pobladores van a barequear, buscando el oro en el aluvión del río

Falan es un colorido pueblo, más parecido a un pueblo cafetero que a sus vecinos del valle central del Tolima. Y a pesar de su pequeño tamaño, son variadas las posibilidades: visitar el mirador del cerro de San Juan, las cascadas de la quebrada Morales y probar además el famoso Chupado, plato típico de la región. La ciudad perdida, su principal atractivo turístico es un interesante paraje, donde la naturaleza finalmente sometió la obra del hombre y recuperó su espacio; algo que no debería serle arrebatado, como lamentablemente puede ocurrir en Cajamarca, y aún como ha ocurrido en otras regiones de Colombia.



Textos: Fundación Senderos y Memoria
Fotos: Santiago Rincón Leuro