agosto 13, 2013

CATEDRAL DE SAL DE ZIPAQUIRÁ: ¿MARAVILLA O PARQUE DE DIVERSIONES?

Nave central de la catedral de Sal de Zipaquirá

La Catedral de Sal de Zipaquirá es sin duda uno de los atractivos turísticos más recomendados por los mismos bogotanos. Muchos citadinos y en general turistas de diferentes regiones de Colombia y otros países, visitan toda la semana la Catedral, principalmente los fines de semana. Algunos aprovechan el recorrido del Tren Turístico de la Sabana para hacer más interesante el plan al aprovechar el corredor férreo y los paisajes sabaneros por donde corre. Sin embargo, al visitarla se percibe que a pesar de ser un negocio rentable para empresarios y habitantes de la región, la gestión del atractivo turístico en función de su conservación es un tanto discutible.


Detalle del medallón en marmol, réplica escultórica de la creación de Adán, célebre fresco de la Capilla Sixtina

Una de las mayores dificultades cuando se abre al turismo cualquier destino es gestionarlo de una manera eficiente y sostenible, esto es, preservarlo para que futuras generaciones puedan disfrutarlo y, por qué no, seguir sacando partido económico de él, pero en coherencia con sus valores históricos, ambientales y culturales. Lo que se ve en la catedral es una gestión perniciosa del atractivo turístico, que lo desvirtúa, que lo pervierte generando una pérdida de identidad del mismo. La catedral, es en efecto uno de los principales atractivos turísticos de Colombia, por su imponencia, la grandiosidad de sus naves y la solemnidad que imprimen a sus espacios las tallas en roca de sal, sus esculturas y sobre todo por el hecho de ser una construcción subterránea. Esto se da en medio de un contexto ligado a la devoción, a la minería y a la importancia de la sal en la historia de Colombia.


Detalle de una de las bóvedas de la Catedral, esculpidas también en piedra de sal

Al diversificar los atractivos y ofertas de un atractivo turístico se corre el riesgo de desvirtuar su contexto, al añadir elementos que son innecesarios o podrían realizarse en otras zonas, no dentro del atractivo principal. Esta condición poco a poco le imprime a la Catedral de sal un tono de parque de diversiones, donde además del interés estético que genera la construcción en sí misma y su función devocional, confluyen también espectáculos de luces y música, espacios comerciales, ventas de crispetas, pantallas con apariencia navideña y maquinas para sacar muñecos de peluche con una tenaza.


Tiendas de artesanías y recuerdos en el sector comercial de la Catedral

Ante tal panorama preocupa la preservación de la cultura y el patrimonio; la inclusión de tantos elementos ajenos al fin de la Catedral, parece banalizar lo que podría ser un recorrido que provoque reacciones emocionales basadas en la monumentalidad, sin recurrir a elementos sórdidos como luces, música y souvenirs, todo bajo el amparo de ser "único subterráneo en el mundo".


Túnel de acceso a la Catedral

Por otro lado, es preciso señalar otros elementos que no concuerdan mucho con el papel del guía, pues ellos mismos alientan el ruido y afirman a los turistas que “pueden llevarse la sal que quieran”, cuando debieran preservar el orden y fomentar unas conductas positivas, por ejemplo, recordando a los visitantes que no deberían tocar las paredes de la catedral para poder preservarla de futuros deterioros a largo plazo, al cual seguramente se llegará tras décadas de visitantes tocando las formas y texturas minerales.


Estación de ferrocarril de Zipaquirá

Sin embargo, no deja de ser recomendable visitar la Catedral, y de paso recorrer el renovado centro histórico de Zipaquirá, su Catedral, obra de Fray Domingo de Petrés, su plaza y la Estación del ferrocarril, sede actual de la casa de cultura del municipio, y en el que se demuestra que en los pueblos de Colombia puede dársele nuevos usos a los bienes patrimoniales que están sumidos en el olvido y el deterioro.


TEXTO: ARANTZA MARDONES - UNIVERSIDAD DE DEUSTO, BILBAO / SANTIAGO RINCÓN LEURO
FOTOS: SANTIAGO RINCÓN LEURO - FUNDACIÓN SENDEROS Y MEMORIA