julio 08, 2011

IGLESIA DE SAN ANTONIO DE PADUA, BOGOTÁ

Iglesia de San Antonio de Padua, 
ubicada en la Avenida Caracas con Calle 8 sur

El panorama de la ciudad de Bogotá entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, no era muy diferente al de un poblado de tamaño mediano, recostado contra los cerros y limitado a lo que es en la actualidad el centro. En el norte en este periodo se consolidó un barrio de familias acomodadas en el camino hacia Tunja: Chapinero. En cambio hacia el sur, más allá de las Cruces, hacia el entonces municipio de Usme, a excepción de sectores como el barrio San Francisco Javier, predominaba un ambiente rural fortalecido por los migrantes que llegaron de los llanos orientales, Huila, Tolima y otros municipios de Cundinamarca. En muchos sectores del sur se concentraron familias que vivían en condiciones de pobreza, agravadas entre otras por el hecho de tener más de 2 o 3 hijos.



En la última década del siglo XIX, por iniciativa de Monseñor Manuel María Camargo, por medio de la asociación de la Santa Infancia, y con la colaboración de diversas comunidades religiosas, se gesta la creación de un asilo de niños en el sur de la ciudad que acogiera a buena parte de la población de menores que vivían en el área. Su construcción, en predios cercanos al entonces parque Luna Park, comenzó en 1903; por su parte la iglesia data de 1907 y fue el arquitecto bogotano Julián Lombana (conocido también por el diseño de la iglesia de Nuestra Señora de Lourdes y la portada del Cementerio Central) estuvo al frente de las obras del conjunto en general.



El templo y asilo de San Antonio de Padua, es uno de los principales conjuntos de arquitectura religiosa del sur de la ciudad. Se destaca su construcción en ladrillo y piedra, así como la fachada del templo que recoge una amplia variedad de elementos ornamentales en los que se destacan los capitales dóricos y la espadaña con la imagen de San Antonio. Dentro de la iglesia sobresalen los frescos del maestro Ricardo Acevedo Bernal y los vitrales europeos que representan la vida del patrono del Templo, y los capitales de orden jónico que rematan las columnas que separan las tres naves y sobrepasan sus dos niveles.

Frescos del Maestro Acevedo Bernal. Nótese el agujero en la boveda 
que afecta la pintura mural. Este no es el único caso en el templo

Lastimosamente, aunque en menor medida que la iglesia del Voto Nacional, su conservación se ha visto comprometida. Ya son evidentes los daños que ha sufrido la bóveda y que han afectado los frescos del techo. De acuerdo a la reseña de la Arquidiócesis de Bogotá, esta situación posiblemente se relacione con el pesado tráfico de la avenida Caracas y sus continuas ampliaciones. Sumado esto a la desaparición de algunas estructuras del conjunto tras el cambio de uso del asilo a colegio.

Textos: Fundación Senderos y Memoria
Fotos: Santiago R. Leuro

julio 06, 2011

JOE ARROYO: PATRIMONIO MUSICAL DE COLOMBIA



La música del Caribe colombiano es reconocida en todo el mundo por su alegría, tono y color. Inevitablemente una gran parte de la producción musical de las costas de Colombia, se relaciona con la celebración de carnavales, festivales o inclusive ritos funerarios como el Lumbalú de San Basilio de Palenque. Palenque precisamente es uno de los epicentros de la música del Caribe donde se hace más notoria la influencia de ritmos africanos; sus bailes y cantos son la muestra de una gran reverencia al ancestro de sus pobladores, manifiesta entre otras en agrupaciones como Son Palenque, Batata y las Alegres Ambulancias y el Sexteto Tabalá, y otras agrupaciones del Caribe como Wganda Kenya y Abelardo Carbonó y su conjunto. 

Esa riqueza musical de la costa sin embargo no se limita solamente a la herencia africana, y posiblemente el personaje que represente mejor la diversidad de los aíres musicales del Caribe colombiano sea Álvaro José "Joe" Arroyo. Aunque nacido en Cartagena, Joe es la costa en sí mismo; su voz recorrió tabernas, plazas y casetas en Sincelejo, Cartagena y Barranquilla antes de hacerse famoso con la agrupación Fruko y sus Tesos, y en adelante en una historia ya conocida por muchos colombianos que recitan de memoria sus canciones.



En la obra musical de Joe Arroyo se condensan tan variadas influencias como en ningún otro artista colombiano. Desde el citado legado africano representado en ritmos cercanos al Soukous congolés y en canciones como Si so gole o Yamulemao (original del cantante Laba Sosseh), hasta ritmos antillanos como la Soca y el Calypso (Musa original, Teresa vuelve, Centurión de la noche), pasando por la salsa (Tumbatecho, En horabuena, Con gusto y gana) y por supuesto los aíres propios del Caribe colombiano como la Cumbia, el Porro, el Chandé, el Fandango y el Bullerengue (De clavel, La tortuga, a Fulana).  

Una de las principales cualidades de la historia musical, es la reivindicación de la lucha de los negros, no sólo en cuanto a la libertad de los esclavos (relatada en la famosa canción Rebelión), sino también en la conservación de sus tradiciones como pueblo desde sus danzas y celebraciones, de los cuales el mismo Joe ha sido protagonista (especialmente el Carnaval de Barranquilla) hasta los elementos propios de la cotidianidad y ambiente costeños. Sin duda Joe Arroyo ha sido no sólo uno de los cantantes más versátiles de un país que a menudo encasilla su patrimonio musical en el vallenato, sino además parte de la identidad musical de los colombianos que cantaron y bailaron sus canciones en su juventud o que han crecido con su obra como fondo musical. 

Textos: Fundación Senderos y Memoria
Fotos: Santiago R. Leuro